jueves, 10 de junio de 2010

Work in progress II

En las clases de acrílico en Hannover, todos los compañeros trabajan a un ritmo que me asombra. Alguna hasta combina dos cuadros para seguir pintando mientras uno se seca, ¡y son capaces de acabar los dos en una tarde!Cuando pintaba el cuadro de Pekín, pasaba el profesor a mi lado y decía: ¿nada todavía? Y ahí me quedaba yo, pincel en mano, sin saber por dónde tirar…

Ahora no dice nada; solo de vez en cuando suelta una ironía: "¡Große Entscheidung! ¡gran decisión!, por fin te decides a pintar las grúas.." y sigue su paseo por el aula..

Supongo que pasarme dos horas de clase mirando el cuadro sin hacer nada y solo en el último cuarto de hora ponerme a pintar como loca, es una estupidez, pero así es como funciono, ¡bajo presión!

Lo bueno es que salgo con las pilas puestas y con ganas de seguir pintando en casa, así que al llegar, a pesar de la hora, continúo con el otro cuadro que tengo entre manos, el del hotel de Barcelona.

Cuando vivía en Kani, un pueblecito cerca de los Alpes japoneses, con sus campos de arroz delante de cada casita y las viejitas plantando verduras en el jardín, muchas veces viajaba a Nagoya para disfrutar del Japón ultramoderno y "fashion", y tenía la sensación de haber viajado en el tiempo, un siglo hacia delante como mínimo..

El ajetreo y la prisa de la ciudad, desde la estación de tren era todo un espectáculo.

En muchas ciudades de Japón, para mi sorpresa, hay buenísimos restaurantes en las estaciones de trenes, y aunque tengas que subir quince o veinte pisos para tomarte una tempura o unos yakisoba, el sabor y las vistas no tienen precio!


Nagoya (名古屋) desde las torres de la estación de tren, de una foto tomada en 2005.

Si no lo termino en el curso, ¡prometo terminarlo en casa!


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